sábado, 3 de noviembre de 2007

FABULA CON LA QUE CONCURSARON:El sabio doctor Anti Tabaco

Aquella tarde se encontraron varios pacientes en la sala de espera del oso Anti Tabaco, un médico tan bueno como sabio.
La primera en llegar fue la liebre. Estaba muy agitada porque había corrido unas cuadras para no perder el turno. Entonces se puso a pensar que sus problemas respiratorios ya no le permitían correr como lo hacía antes, cuando participaba en competencias en las que ganaba hermosos trofeos. Sin embargo, estaba sintiendo ganas de encender un cigarrillo, porque pronto se cumplirían dos horas desde que había fumado el último.
Pero en eso llegó el gato, se puso a charlar con la liebre y le contó que su problema era el ritmo cardíaco demasiado elevado, a pesar de que no había recibido ningún susto últimamente, ya que todos los perros de la zona eran muy pacíficos. Mientras decía esto, movía entre sus dedos un colorido encendedor.
Después de unos minutos se abrió nuevamente la puerta y entró la zorra, luego de pisar el cigarrillo en el umbral. Traía en brazos al pequeño zorrito. Se sentó a esperar y comentó que su bebé había nacido antes de tiempo, con poco peso, que ahora tenía vómitos y diarrea, y además muchas noches padecía insomnio.
Entonces llegó mamá canguro con el cangurito, al que había retirado de la escuela porque estaba atacado de asma y con un silbido al respirar. Mientras esperaba, sacó de su bolsa el boletín del pequeño y pudo ver que tenía calificaciones muy bajas, le costaba mucho aprender a leer y a resolver las cuentas, aunque ponía toda su voluntad. Preocupada, la mamá guardó otra vez el boletín en su bolsa, donde tenía además su paquete de cigarrillos.
Luego entró la oveja, que venía rezongando. Tenía los ojos muy irritados y se quejaba de un fuerte dolor de cabeza y de su esposo el carnero, que según ella era el culpable de todo, porque no paraba de fumar. Mientras protestaba, se interrumpía cada dos por tres para estornudar.
Los próximos pacientes en llegar fueron: la tortuga, que intentó saludar, amable como siempre, pero al no salirle ni una sola palabra se acordó de que venía al doctor porque estaba afónica; el perro que no podía dejar de toser y se secaba continuamente la mucosidad de la nariz; la jirafa que además de tener los dientes amarillos sufría de bronquitis crónica y de presión arterial alta, según contó después de desenrollar su larga bufanda y la ardilla que traía cara de mucha preocupación y una radiografía de sus pulmones en la mano.
Mientras esperaban ser atendidos, como para matar el tiempo, los pacientes comenzaron a mirar los cuadros que el sabio doctor Anti Tabaco había colocado en las paredes de la sala. Así como las personas a veces cuelgan dibujos de animales, el médico, que era un oso, había puesto la imagen de un cráneo humano fumando, era una obra del pintor holandés Vincent Van Gogh, con el título “Calavera con cigarrillo”. En los otros cuadros, se podían leer mensajes como: “El tabaco es una droga, no lo uses”, “La nicotina produce dependencia”, “Los niños no deben sufrir la adicción al tabaco de los mayores”, “¿Querés dejar de fumar? Pedí ayuda en el CPA más cercano a tu casa, 08002225462”.
Los animales empezaron a opinar sobre aquellos cuadros y a reconocer que todos los problemas por los que venían a ver al doctor Anti Tabaco habían sido causados por el cigarrillo, algunos por ser fumadores activos y otros pasivos. Comenzaron a recordar por qué cayeron en ese vicio y coincidían en que había sido para lograr una aceptación grupal o social. Algunos porque no querían que sus amigos los trataran de cobardes, otros se habían dejado llevar por anuncios puestos en autos de carrera y en canchas de fútbol. La mayoría de ellos habían quedado deslumbrados por las propagandas que salían en la televisión y en las revistas, donde se mostraba a los animales más jóvenes, hermosos y saludables con un cigarrillo entre los dedos, llenos de vida y divirtiéndose al aire libre, nunca se los veía enfermos, en consultorios médicos ni en hospitales. Todos se dieron cuenta de que habían sido engañados, incluso el carnero, que acababa de llegar para ver cuánto le faltaba a la oveja para ser atendida y que de paso se iba a hacer revisar porque tenía un dolor en el pecho.
Todos se pusieron de acuerdo en seguir el tratamiento que les diera el doctor para curar sus distintas enfermedades y en hacer todo lo posible por dejar de fumar, también la tortuga, que aunque estaba afónica, asentía con la cabeza.
Cada uno de los pacientes anotó el número de teléfono del CPA para poder pedir ayuda. Además decidieron empezar por tirar sus cigarrillos allí mismo, en el cesto de basura que estaba en la sala de espera.
Cuando el oso Anti Tabaco con su larga chaqueta blanca abrió la puerta del consultorio para empezar a atender aquella tarde, se puso muy, pero muy feliz al ver el cesto lleno de paquetes de cigarrillos destrozados.

Moraleja: No hay que dejarse engañar por las propagandas que tratan de hacer creer que fumando uno se ve mejor. Hay que tener el valor de decir “no” al cigarrillo y así evitar muchísimas enfermedades.